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El Junkers Ju-87 Stuka: el letal bombardero en picada

El Junkers Ju-87 Stuka: el letal bombardero en picada

A pesar de que el concepto de bombardero en picada fue inventado por los estadounidenses, los alemanes lo tomaron y lo utilizaron mucho más eficientemente, incorporándolo a su doctrina de la Blitzkrieg. Así nació el Stuka, «la artillería volante de la Wehrmacht», como se lo conocía al Ju-87. Stuka es la abreviatura alemana de «Sturzkampfflugzeuge» o bombardero en picada, pero se convirtió rápidamente en el apodo de ese avión tan peculiar pero eficaz.

Fue Ernst Udet, as de la Primera Guerra Mundial (segundo después del Barón Rojo, con 62 victorias) quien, siendo jefe del departamento técnico de suministros de la Luftwaffe, planteó los requerimientos para este nuevo tipo de avión.

En esa época una serie de experimentos demostró que la mejor forma de bombardear con precisión un blanco pequeño era hacer que los aviones picaran sobre él, es decir, cayeran en vuelo controlado hacia ese objetivo, para soltar las bombas a último momento, lo más bajo posible. De esta manera, la bomba continuaría su descenso en picada, y el avión, luego de haberla apuntado con todo su fuselaje, se alejaría, supuestamente a salvo.

Para lograr todo esto se requería un avión muy particular, que se especializara en ese tipo de acciones. Cuando la Luftwaffe planteó las especificaciones, varias empresas alemanas de aviación presentaron sus prototipos: el Arado Ar-81, el Blohm und Voss 137, el Heinkel He-118 y el Junkers Ju-87. Las pruebas descartaron rápidamente a los dos primeros, quedando los prototipos Heinkel y Junkers como finalistas. Curiosamente el primero, aunque no ganó, hizo que la fábrica recibiera la orden de fabricar una docena de modelos para desarrollo posterior.

El Ju-87 fue el ganador debido a lo robusto de su diseño; era un verdadero avión especializado, justo lo que buscaba la comisión técnica. Por el contrario, el modelo Heinkel era más bien un avión de ataque a tierra que podía ser adaptado como avión de bombardeo en picada. Como dato curioso, se sabe que una delegación técnica japonesa estuvo presente en las pruebas. Quedaron impresionados por la alta tecnología del modelo Heinkel, de manera que compraron uno de los prototipos para evaluarlo por su cuenta. Se dice que la configuración de ala de este modelo alemán influyó en el diseño de uno de los más conocidos bombarderos en picada japoneses, el Aichi D3A, conocido para los estadounidenses con el nombre código Val.

Los primeros modelos de producción del nuevo Stuka fueron enviados a la Guerra Civil Española. Conocidos como Ju-87A-1, no tuvieron un gran papel, debido a que eran pocos y tenían muchos problemas técnicos, derivados, como siempre, de su reciente entrada en servicio. En su lugar se siguieron utilizando mucho los modelos biplanos Hs-123 (los cuales, de hecho, se utilizaron en muy pequeño número en la campaña de Polonia).

El Stuka contribuyó primordialmente a los primeros años de la Blitzkrieg, convirtiéndose en la necesaria artillería voladora: precisa, rápida y letal, además de tener un mayor alcance. Desde los fiordos de Noruega hasta las estepas rusas, sembraron la destrucción con su sonido característico.

Consagración en los cielos de Europa

La Blitzkrieg pedía una estrecha colaboración entre las fuerzas de tierra y los pilotos de ataque, que debían destruir las fuerzas enemigas en movimiento o ir en ayuda de tropas amigas que estuvieran bajo ataque. Una y otra vez, esta tarea la llevaron a cabo por toda Europa ciertos bombarderos, pero sin duda la estrella fue el Stuka, el cual podía atacar con enorme precisión blancos muy pequeños y móviles, como tanques o nidos de ametralladora.

 

El primero de todos

Un dato muy poco conocido es que el Stuka tuvo el dudoso honor de ser el avión que inició la Segunda Guerra Mundial, realizando la primera operación de bombardeo y el primer derribo de un avión enemigo.

Aunque se tiene por oficial la hora 4.47 (hora de Polonia), en la cual el acorazado Schleswig-Holstein comenzó el bombardeo en el puerto de Danzig, 21 minutos antes, una escuadrilla de aviones Stuka había despegado de una base de Prusia Oriental.

El trío de Stukas, pertenecientes al 3./StG 1, estaba dirigido por el teniente coronel Bruno Dilley. Cada uno de los aparatos cargaba una bomba de 250 kilogramos y 4 más, de 50 kilogramos, bajo las alas.

Su objetivo era un puente de hierro sobre el río Vístula, a solo 8 minutos de vuelo, de manera que llegaron antes de que el acorazado disparara. ¿Por qué hacerlo antes del inicio planeado del conflicto? Todo tenía que ver con la particularidad de la misión.

El mencionado puente sobre el Vístula no era un blanco difícil de atinar, ya que era el punto más vulnerable de los 100 kilómetros de vía férrea que comunicaba Alemania y Prusia Oriental (parte de Alemania que estaba separada por una franja de territorio polaco, debido a las sanciones del Tratado de Versalles). Sabiendo esto, los polacos habían sido muy precavidos y tenían dispuestas cargas de demolición, de manera que, apenas se diera la orden, el más importante paso entre ambos países quedaría cortado.

La misión de los Stukas era, justamente, cortar el cable que unía las cargas con los ingenieros encargados. De esta manera permitirían que, más adelante, formaciones ferroviarias cargadas de tropas y suministros pudieran llegar a Polonia de manera más directa y rápida.

Los aviones realizaron su labor excelentemente, volando a solo 10 metros de altura y cortando el cable, además de destruir las casetas que protegían los puntos de detonación. Sin embargo, su esfuerzo fue en vano, ya que la formación que debía utilizar el puente se atrasó tanto que los polacos tuvieron tiempo de volver a empalmar los cables. A las 6.30 de la mañana, justo cuando llegaba el tren alemán, los defensores lograron dinamitar el puente.

A las 4:45, otro Stuka del I/Stg2 fue el encargado de dar el primer derribo aéreo a la Luftwaffe. A pesar de no ser un caza, este se dio de manera algo sencilla.

Dispuestos a atacar el aeropuerto de Cracovia, esta formación pasó sin darse cuenta por un aeródromo avanzado secreto, en los cuales la Fuerza Aérea Polaca había dispersado sus fuerzas. Dos oficiales polacos despegaron al oír los motores enemigos, y persiguieron a un Stuka sin darse cuenta de que otro se les acercaba por detrás. Uno de los aviones fue alcanzado, explotando al instante. Curiosamente, el otro, al huir, se encontró casualmente con dos bombarderos alemanes, a los cuales atacó; y derribó (aunque en ese momento el piloto no pudo constatar los derribos debido a las nubes).

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