¿Qué es la felicidad? ¿Existe? ¿O, simplemente, vivimos de instantes efímeros de éxtasis? Momentos que con el tiempo nos dibujan una sonrisa en forma de recuerdo. Un concepto que estamos destinados a perseguir con toda nuestra alma, pero, ¿realmente la encontramos? Existen personas que se cruzan en nuestra vida y nos lo acercan. Un amor, un amigo, un familiar, un deporte, un equipo, un futbolista…un piloto. Esos héroes que también buscan cumplir sus sueños. Fernando Alonso. Un hombre anclado en el pasado. Un genio que busca un futuro mejor. Un talento excelso que no ha acertado a volver a encontrar a su media naranja. Un hombre, en busca de la felicidad.
Una ley no escrita del deporte dicta que no importa lo que hayas hecho, sino lo que harás. Una verdad incómoda. La dura realidad. Y es que aquellos dos Mundiales se antojan ya muy lejanos para Fernando Alonso. Ocho años desde su último ‘toma’ en Interlagos. Una eternidad para él. No todo ha sido en vano. Ferrari fue la herramienta idónea para que el mundo observara atónito la magia del asturiano. La leyenda de IlCavalino Rampante no ha hecho honor a sus manos. Al Samurái se las cortaron y empujo hasta con los dientes. Tres subcampeonatos. Fin de la cita.
Un reconocimiento que no es suficiente. Ser el mejor, y no traducirlo en algún campeonato, es aún más desesperante y doloroso. Lewis Hamilton, Ron Dennis, Renault, Ferrari, Abu Dhabi, Sebastian Vettel, Petrov, Red Bull, y, ahora, Mercedes, han logrado que el deseo de igualar a su ídolo Senna se haya esfumado como un ilusionista hacer desaparecer a la chica en su espectáculo. El fantasma de la mala suerte le ha sonreído siempre en su partida de ajedrez. Ya es hora de espantarlo.
Como si fuera el film de Christopher Nolan, Alonso viaja en sus sueños para ir al origen del mal. El matrimonio de 2007 con McLaren puso la primera piedra en su camino hacia el calvario. Una fantasía inicialque se truncó en una extensa pesadilla. El MP4-22. Su último bólido ganador. Un caballo que fue testigo de la pelea de jinetes entre Alonso, Hamilton y el dueño: Dennis. Una batalla campal que acabó como el rosario de la aurora. Este jueves, 7 años después, español e inglés compartían sonrisas ante los focos. Un imposible. Un milagro del Dios de la F1. El hijo pródigo regresa para marcar una era. Button será su hermanastro. La pareja de baile perfecta. El español vuelve para concluir su obra.
Y es que en la ecuación se ha sumado un antiguo conocido para los fabricantes británicos. Al samurái se le hará una espada a medida desde Japón. Honda impulsará sus anhelos. Ya lo hizo en el pasado con Ayrton Senna y Alain Prost como retoños. El MP4-4 fue su arma invencible. Cuatro años de un dominio comparable al actual de Mercedes. Ese es el objetivo, derrocar la tiranía de los de Brackley. El reparto para lograrlo es mejor que en ‘Los Mercenarios’. El bicampeón no quiereque el futuro le haga recordar lo que pudo ser y nunca sucedió. La victoria presiona a sus 33 años. De ahí la separación con su inoperante amor de Maranello. Todo indica a que ha encontrado la salida idónea en el boulevard de los sueños rotos. La felicidad se esconde tras el V6 de Honda y el monstruo de carbono que se fragua en Woking. Volar en el asfalto. Flotar en el podio. Sus ansias inagotables por el tricampeonato. Un hombre, en busca de la felicidad.