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Falleció Miguel Ángel Di Tulio

Falleció Miguel Ángel Di Tulio

Los motores, en silencio, por la muerte de Miguel Angel Di Tulio..!!!
Víctima de una cruel dolencia, que en los últimos tiempos había minado sus energías, falleció ayer en esta ciudad Miguel Angel Di Tulio, un reconocido protagonista del deporte motor.
El «Bayo» heredó esa pasión de su padre, un hombre que se distinguió por su capacidad como mecánico y que le transmitió su amor por los «fierros» a sus hijos, Francisco «Quito» -fallecido por una enfermedad incurable cuando tenía solamente 11 años- y Miguel Angel.
Se crío en un ambiente que lo atrapó para siempre. El automovilismo, en una ciudad que alcanzó trascendencia nacional e internacional por sus legendarias «500 Millas Argentinas», históricamente le discutió el liderazgo a una disciplina que hoy lo supera en popularidad, el fútbol, entre las preferencias de los aficionados, pero que a la hora de escribir páginas de gloria quizás no lo haya igualado hasta estos tiempos.
Miguel Angel también fue piloto de avión y practicó equitación, pero los autos de competición le terminaron ganando la pulseada a esas actividades, porque había decidido, sin necesidad que se lo inculcaran, volcarse hacia el lado del deporte motor.
Trabajando codo a codo junto a Don Angel, su padre, fue adquiriendo todos los secretos de la mecánica. También, heredó las incomparables sensaciones de empuñar el volante y de hundir el acelerador para beberse los vientos en un Fórmula, en el que él mismo trabajó en una etapa de construcción que por falta de recursos se extendió, sin dudas, más de lo previsto cuando se inició el gran desafío de tener el auto propio.
De color negro y con el número 21, el Quito – Chevrolet (nombre en memoria de su hermano) fue conducido hacia el tercer escalón del podio de las «500 Millas Argentinas» de 1971 por el recordado Omar Almeida, piloto en el que confiaron los Di Tulio por su experiencia, como lo harían posteriormente con el también fallecido Omar Mura Cuvertino.
Miguel Angel esperó con paciencia su oportunidad para subirse al monoposto que habían diseñado y construido artesanalmente, el ingeniero José Luis Fisanotti, Eduardo Valciukas, Raúl Eschbach, su padre y él mismo en una esquina donde se respiró el inconfundible aroma de los «fierros» durante muchísimos años: Güemes y Sarmiento.
La chance le llegó y el «Bayo» pudo hacer realidad su sueño, nada menos que en el mítico óvalo rafaelino y en la edición 1973 de las «500 Millas Argentinas». La fortuna no lo acompañó, porque un accidente, sin consecuencias, lo obligó a desertar. Fue, simplemente, una anécdota, porque ese día, el nombre de Miguel Angel Di Tulio pasó a formar parte de la historia de una de las carreras más importantes del automovilismo deportivo nacional.
Su mejor resultado lo consiguió en Rafaela, al finalizar tercero en una competencia de 300 kilómetros disputada en 1976, donde su ganador, el uruguayo Jorge Bianchi, estableció un récord que sigue vigente en nuestro país, al promediar más de 236 kilómetros por hora.
También incursionó en la Fórmula 2 Nacional y en el Turismo Carretera (en las Vueltas de 25 de Mayo y Olavarría, ambas en circuitos ruteros en la provincia de Buenos Aires). Miguel Angel se retiró como piloto en 1984, tras el fallecimiento de su padre.
Sin embargo, nunca se alejó de los fierros. Trabajando en su taller o mimando al Quito, hasta que un día, en 2011, con todo el dolor imaginable, decidió vendérselo a un coleccionista de Capilla del Señor (Buenos Aires), porque tenía la certeza que su querido auto seguiría estando en buenas manos.
Miguel Angel, con quien compartí noches de recuerdos y nostalgias en el Club de Automóviles Antiguos de Rafaela, siempre rescató la figura de su padre Angel, por sus valores humanos y por haberle transmitido su pasión por el automovilismo; también destacó a Ramón Requejo como su segundo padre y entre los amigos más preciados mencionó, entre otros, los nombres de Jorge Ternengo, Omar Almeida, Daniel Favre y Angel Monguzzi.
También hablaba de su especial sentimiento por el tango y se confesaba fanático de Osvaldo Pugliese. Fue siempre un hombre frontal y que defendía con firmeza sus pensamientos. Esos, fueron sellos distintivos de su personalidad. Los motores se llamaron a silencio para despedir al «Bayo» y para acompañarlo hasta su último destino.


Texto: Victor Hugo Fux

 

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