La campaña deportiva de “Il Dottore” se puede abordar desde tantas perspectivas que es difícil hacer un balance de todo lo que significó para el motociclismo y el deporte a nivel mundial. Porque la magnitud de Rossi va mucho más allá de lo que pudo haber logrado en pista. Sus palmarés lo posicionan entre los mejores de la historia. A solo 7 triunfos de Giacomo Agostini, el máximo ganador, segundo en cuanto a títulos ganados (frente a los 15 de Agostini). Pero los récords están para ser vencidos y seguramente en el trancurso de la historia haya muchos pilotos que estén en condiciones de igualar o supera las marcas de Rossi en el mundial.
Sin embargo, Rossi habrá uno solo. Solo él pudo convertirse en una leyenda por todo lo que generó dentro y fuera de la pista. Desde que arribó al campeonato, se mostró como una figura carismática que supo destacarse. El número 46 fue su marca registrada y lo transformó en un ícono de motociclismo. Junto a Uccio y otros amigos de Tavullia, se diferenciaron del resto con celebraciones inolvidables desde las categorías de menor cilindrada. Como aquella vez que entró a un baño público o el día que llevó a una muñeca inflable con el nombre de Claudia Schiffer.
Rossi moviliza sentimientos que pocos deportistas en la historia pudieron lograr. Está a la altura de Michael Jordan, Diego Maradona o Lionel Messi. Valentino logró trascender el motociclismo y mientras iba acumulando victorias y campeonatos del mundo, también se ganaba seguidores de otras disciplinas.
«Acá parece que acá soy más importante que el papa» dijo un día antes de largar el GP de San Marino del 2007. Tan importante era su figura todos querían estar con él y compartir un grato momento. Como el día que Diego Maradona lo visitó en Misano y le besó la mano antes de largar. Ese amor por Diego y por los argentinos siempre estuvo presente y Valentino lo destacó tras ganar en Termas de Río Hondo 2015 donde se lo vio con la camiseta celeste y blanca.
En la pista, Valentino tuvo su período donde fue imbatible. Después de lograr los títulos de 125cc y 250cc, llegó a 500cc y logró su primer título con Honda en su segunda temporada. Repitió con la marca del ala dorada en 2002 y 2003 antes de afrontar uno de sus grandes desafíos, cambiarse de marca para correr con Yamaha.
Desde que llegó a la marca de los diapasones, brilló y siguió con su dominio absoluto. Ganó en su debut en Welkom en una emotiva carrera y logró cuatro títulos más junto a esa estructura.
La apuesta fue grande cuando decidió marchar a Ducati y si bien en su segundo año mejoró, nunca pudo ser el mismo Rossi. Había dudas sobre cómo podía continuar su campaña, pero se reinventó. Volvió a Yamaha y lo hizo a un nivel muy competitivo. Desde 2013 peleó otra vez por victorias y en 2015 estuvo muy cerca de alcanzar su décimo título mundial.
Estos últimos años, Rossi se mantuvo vigente a pesar de que el físico no era el mismo. Superaba los 40 años, pero aún así seguía luchando con jóvenes 20 años menores que él.
Lo admirable de Rossi siempre fue su vigencia. Max Biaggi, Sete Gibernau, Nicky Hayden, Casey Stoner, Jorge Lorenzo, Marc Márquez marcaron épocas. Con todos ellos, Valentino tuvo una rivalidad en pista en diferentes etapas y siempre el italiano tuvo condiciones para pelear de igual a igual con cada uno de ellos.
Habrá miles maniobras de Rossi para recordar como aquella en Montmeló cuando lo superó a Lorenzo en la última curva o los duelos con Stoner y Márquez en Laguna Seca. Pero lo cierto es que más allá de todas las situaciones vividas en pista, los triunfos y campeonatos logrados, Rossi trascendió fronteras y se convirtió en un mito, una leyenda y hasta en una religión.
Ir a ver al 46 a un autódromo representaba mucho más que una carrera de motos; era una fiesta, un ritual, una peregrinación casi religiosa que año a año iba aumentando el fanatismo por “Il Dottore”. Hoy se despide, pero nunca se irá el #46. Seguirá grabado a fuego en la memoria de todos los fanáticos del motociclismo.