Faltan dos días para el 25 de mayo, nuestra fecha patria y en realidad me siento confundido, se entremezclan alegrías con tristezas, estamos haciendo bien el trabajo, estamos dando todo lo que tenemos, pero estamos cayendo de a uno, hace dos días cayó Pedrito Bean… “Caimán”, eso me impactó mucho… se lo comenté a María Inés hace un ratito cuando hablamos por teléfono al mediodía.
1° Tte. (PM) Pedro Ignacio Bean
Este 23 es un día muy intenso y con mucha actividad, mi jefe, Napoleón Martínez, es nuestra garantía, su responsabilidad y su patriotismo nos da seguridad a cada segundo.
En este momento nos llama a la reunión de pilotos y allí vamos todos, mientras caminamos nos hacemos algunas bromas y nos abrazamos, sabemos que necesitamos de nosotros mismos, pensamos en nuestras familias, pero debemos compenetrarnos en nuestra actividad.
En la reunión actualizamos la información de inteligencia disponible del despliegue británico, además de las condiciones meteorológicas; repasamos los procedimientos de operación del avión, las tácticas a emplear y definimos los grados de apresto de cada escuadrilla.
1° de mayo, luego del Bautismo de Fuego
Al terminar esta reunión en común, me quedo un rato más, ya que nuestra escuadrilla necesita tener su propia reunión, su propia intimidad, porque cada uno depende del otro y lo sabemos muy bien.
La previa al vuelo es la más importante, nos miramos, repetimos los procedimientos, y nos preguntamos. Planificamos cada detalle, “Napo” me pregunta si entendí y le doy el Ok., el “Talo” da su opinión y nos parece bien, decidimos el horario de la puesta en marcha, trazamos la ruta en la carta de navegación, los niveles de vuelo, puntos de control de tiempos y combustible, indicativos, frecuencias y tipo de formación a utilizar, también análisis del objetivo, tácticas de ataque y de defensa, y por último los procedimientos de emergencia.
Son las 8.45 en la fría mañana de Río Grande, desde la jefatura nos ordenan despegar 2 escuadrillas, en la primera con el indicativo “Puma”, salieron el Capitán Amilcar Cimatti, el 1° Teniente Jorge Ratti y el Capitán Carlos Rohde.
Debemos tener cuidado, porque cuando hay hielo en la pista, conectada la postcombustión, el avión frenado tiende a desplazarse del eje de pista.
Despegan nuestros camaradas, en la carrera de despegue, se incrementa nuestro nerviosismo, al ver que las balizas pasan y aún no despegan. Finalmente el chorro se inclinó hacia abajo, pegando en la pista, para salir faltando prácticamente una baliza en el fin de la misma, lo que originó una fuerte exclamación de los mecánicos al visualizar el pesado y largo despegue.
Mientras tanto nosotros realizamos los últimos movimientos para despegar con nuestra escuadrilla, a la cual decidimos ponerle como indicativo “Potro”. El “Talo” Moreno es el jefe y va adelante, junto a mí viene el Capitán Higinio Robles.
Los seis Dagger llevan lo mejor de nosotros para los ingleses, una bomba MK-17.
Pero la suerte nos juega una mala pasada, por las condiciones meteorológicas adversas y poca luz provocado por techos de nubes bajas, no logramos completar nuestro encuentro reunión con el Lear Jet LR-35A, el T-23, que tanta falta nos hace para poder atacar a la flota, nos resignamos y decidimos volver. En el continente nuestra gente nos espera, son las 10:15, nos ven llegar, la alegría los invade y nos ayudan a descender.
Los minutos pasan, por momentos con mucha lentitud, nos impacientamos, prendo mi Colorado, en realidad no fumo mucho, y sin darme cuenta será mi último cigarrillo. Queremos salir y hacer nuestro trabajo, ya que esperar en la sala con las manos en los bolsillos de la campera y escuchar a nuestros camaradas nos hace mal.
Son cerca de las 13 hs., y me llaman para salir, llega una nueva orden del Comando de la Fuerza Aérea Sur en Comodoro Rivadavia. A partir de este momento comenzamos a alistarnos y preparar nuestros Dagger, una nueva misión tenemos que cumplir, ignoraba que sería la última para mí, la Isla de Borbón me está esperando para comenzar a transitar mi camino como Héroe.
A esta nueva misión la llamamos “Puñal”, los 3 M-5 Dagger, se están alistando, nuestra escuadrilla es familiar y la experiencia de nuestro jefe, el Mayor Carlos “Napoleón” Martínez me da seguridad, nos acompaña el querido Capitán Carlos Moreno, y yo como el piloto más joven, con mi grado de Teniente.
Comienza nuestra ceremonia nuevamente, procedo a equiparme, me coloco el traje antiexposición que sirve para preservarse de las bajas temperaturas en caso de eyectarse en el mar, el traje anti G, para soportar mejor las aceleraciones en virajes fuertes, el chaleco con los elementos necesarios para supervivencia, los repaso una y otra vez, cuchillo, revolver, bengalas, repelente de tiburones, localizador, el chaleco salvavidas, los elementos para la navegación, me colocó los guantes, tomo mi casco, la pernera y máscara para oxígeno.
El oficial del Escalón Técnico ingresa y le entrega al Oficial de Operaciones del Escalón Aéreo del Escuadrón las matrículas de los aviones ya en servicio de vuelo y su posición en plataforma, por lo que solo queda que me asignen que avión me tocara ahora. Me nombran y me dicen… Lince el 437 es el tuyo.
Comienza uno de los caminos más largos y duros para el piloto, los 20 metros que me separan a mí y a mis camaradas desde el local de reuniones y de la habitación del equipamiento de supervivencia, a la plataforma de aviones.
Mientras iba caminando recordé una discusión por una pequeña diferencia entre dos oficiales y uno de ellos dijo:“Nos crían como Halcones y luego quieren que actuemos como gorriones”. No sé por qué pensé en eso, quizás en el afán de distraerme y no pensar.
Nos dirigimos a los Dagger, caminamos sobre el pedregullo, el camuflado brilla por el rocío que baña sus alas, con el casco en la mano escucho una broma desde atrás, nos reímos y hablamos entre nosotros, giro mi cabeza y veo gestos entre mis compañeros, nos transmitimos optimismo y fuerzas, sumando energía grupal, agregado fundamental para que cada piloto se sienta contenido y en las mejores condiciones.
Estamos terminando preparar el vuelo, por una ventana puedo ver el Escalón Técnico del Escuadrón, ingenieros y técnicos alistar los aviones Dagger, solucionando las novedades que tuvieran, verificando con los especialistas, cada una de los diversos sistemas, realizando la carga de combustible y del armamento previsto, munición para los 2 cañones de 30 mms., y 2 bombas de 250 Kgs.
Todavía ignoro que no me queda mucho más por aquí, son mis últimos segundos en contacto con mi tierra y no lo sé, con mi Argentina, a quien jure defenderla hasta perder la vida y allí voy.
Llego al avión, paso mi mano por el ala, me agacho observo todo por rutina junto a mi mecánico que ya lo ha hecho una y otra vez, un viento frío cruzado del noroeste hace que mis bigotes tengan humedad, paso mi mano por ellos y toco mi rostro, me santiguo, será la última vez, coloco mis guantes, ingreso con la ayuda de mi mecánico que me asiste como en cada misión, preparamos la cabina, me ayuda a atarme y ajustar todo lo necesario.
Mientras hacemos esto, dos “Avutardas” pasan ya por nuestras cabezas y van al este, rumbo a las islas.
Hacemos la puesta en marcha. El mecánico me mira, me abraza como puede, golpea como una caricia mi casco, me alienta, me dice que me espera en unas horas, me desea suerte, desciende y retira la escalera.
Ahora estoy en mi lugar, sentado en la cabina, acomodo mis guantes y comienzo la inspección interior, reviso todos los sistemas, perilla por perilla, seleccionando cada una. Mientras hago esto, mi mente voló hacia María Inés, pensando en cuanto de hermoso habíamos vivido, dentro de los problemas propios de la vida, y cuantas cosas desearía haberle dicho y no le dije.
Desde abajo me observa mi mecánico, coordinamos todo con las señas establecidas, mantenemos silencio de radio para no ser escuchados por los chilenos, miro de costado y por última vez mi pulgar para arriba se despide de él que seguro quedara mirando el despegue sin respuesta alguna y lágrimas en los ojos.
Empiezo mi rodaje lentamente hacia cabecera, me encolumno detrás del Napo y guardo cierta distancia de avión a avión, estoy posicionado para el despegue, nos miramos de cabina a cabina, una tenue resolana hace brillar el parabrisas de mi líder que solo el salitre luego la volverá blanca, el horario es el previsto, todo está bien, lo leo en su pulgar y le contesto con el mío, y así comenzamos a dar motor.
Mi corazón se acelera, quiero estar ya en el cielo de mi patria, los soldados me necesitan en las islas para aliviar su dolor, siento mucha bronca porque sabemos que los ingleses pudieron desembarcar y nuestro objetivo me espera para mostrar mi garra cazadora. Es el momento, verifico los instrumentos que todos los parámetros estén correctos, asegurando que todo está bien, miro al avión de mi guía, el destello de su baliza corta una tenue neblina, seguro estamos rezando un padrenuestro los dos, desde el interior me hace la seña de despegue, su mano enguantada levantada va de atrás hacia adelante, con la energía de una orden.
Sabemos que la pista es muy corta, aquí no podemos despegar formados, solo de a uno con segundos de diferencia, le doy tiempo al “Napo”, el “Talo” ya no está con nosotros una falla hidráulica lo dejó fuera, aunque si está espiritualmente, pongo postcombustión y suelto mi freno, ahorro metros en mi carrera de despegue y ya estoy en el aire, son las 14.23, gano altura dejando la costa detrás mío, hacemos un viraje para pasar por encima de la base, busco alinearme y lo logro rápidamente. Ahora solo resta esperar encontrar el objetivo y volar en silencio, ese silencio que me atrapa y me hace pensar.
Soy un cazador, no me puedo quejar, estoy haciendo lo que me gusta, trato de distraerme, pienso en mis amigos de Tres Arroyos, Mendoza y Tandil, allí deje la Coupe Chevi amarilla que me armó el viejo.
Me vienen a la mente los cumpleaños, las fiestas de fin de año y el océano me recuerda a Claromecó en nuestras pasadas rasantes de prácticas.
Abajo el agua se desliza vertiginosamente mientras mi avión recorre 250 metros cada vez que yo parpadeo, y en cada minuto deja atrás unos 13 kilómetros.
Imaginé a mi hijo, en la tibieza del vientre de su madre, imaginé su rostro. Se llamará Ricardo, como el padre, y no tendrá miedo, porque el miedo es propio de los que no saben lo que quieren, de los que no tienen sueños, de los que no saben la importancia de los sacrificios, de los ideales que no mueren aunque mueran los que los persiguen. Recordé la carita de Soledad, y tu sonrisa, esa ternura que solo lo puede dar un bebé.
Héctor Roberto Volponi y Héctor Ricardo Volponi (Padre e hijo)
Pienso en mis padres si estarán bien, pero tengo que pensar en lo que viene, el inmenso mar me envuelve en mí andar, tantas veces lo vi, pero nunca como en estos días, con tantas misiones, donde se funde el celeste y sus olas, con las balas y el fuego. En pleno vuelo nos cruzamos con el Teniente Gustavo Aguirre Faget que había despegado de San Julián, le pregunte Boxer sos vos, a lo que contesta afirmativo.
Hace frío pero gruesas gotas de sudor ruedan por mis mejillas y corren a los costados de mi máscara de oxígeno, y así mientras me concentro porque comenzamos con el vuelo rasante, mantengo mi silencio, busco mi objetivo, miro a mi jefe, y nos damos cuenta que el objetivo no está, vinimos hasta aquí y no encontramos nada, decidimos volver.
Puedo ver que las cosas se están poniendo mal allí abajo, lo puedo ver pese a la velocidad, inmediatamente nos avisan que hay patrullas de Harrier en la zona, lo comento con Napo brevemente, eyecto las cargas y comienzo a escapar, sorteo las nubes, el combustible es escaso y nuestro armamento no sirve, volamos más rasante tratando de eludir a los ingleses que nos persiguen, estamos sobre la Bahía Horseshoe.
Son las 15:40, de repente siento un golpe, el misil Sidewinder AIM-9L de Lt Hale, ha hecho blanco, un disparo mortal no solo para el avión sino también para mí, mi motor se apagó, el silencio se apodera de este domingo, el avión vibra como jamás lo hizo, jamás sentí algo así en todo este tiempo, mi Dagger se pone de costado, quiero enderezarlo y nada responde, ni siquiera mi asiento eyectable, un calor profundo me va invadiendo, son milésimas de segundo, pero que me pasa, ya nada es lo mismo.
Estallan los vidrios, cruje la chapa, veo pasar a mi lado un pedazo de ala, puedo leer en ella 437, el silencio se apodera de todo, solo el silbido del viento entra por mi casco blanco, mi máscara de oxígeno se desprende violentamente, la turba de la Isla Borbón está muy cerca, siento desgarrar mi piel, una fuerte luz se adueñó de mí, veo manos que me quieren agarrar y no pueden.
Pasan las imágenes de mi familia, pienso en María Inés, en Soledad, pienso en Ricardo, los puedo ver y los estrecho en un abrazo, aunque no me puedan ver ni adivinar cuanto los he querido, no tengo ni tiempo para llorar, solo un grito se apodera de mí, Viva la Patria Carajo!!….
Tu mano me salva señor…. Misión cumplida… cumplí con mi juramento… “defender la patria hasta perder la vida” y yo te la di Nación… familia les dejo mi legado…. País le dejo mi razón…
Mi Regreso
El 29 de mayo, mediante una riesgosa operación realizada por un Twin Otter de la IX Brigada Aérea, volví al continente junto con mis dos camaradas eyectados, el Mayor Puga y Capitán Díaz, parte de mis restos fueron recogidos en una improvisada urna, la que fue realizada con un cajón de cohetes FFAR 2,75 de Pucará y recuperados para ser entregados a mi familia que me esperaba en Tandil.
Darwin, Caja de lanzador de cohetes FFAR 2,75 de Pucará donde trasladaron los restos.
Orden Fragmentaria 2532: Sección Aérea PUÑAL
Tripulantes. My. Martínez y Ten. Volponi.
Relata My. Carlos Napoleón Martínez.
Escuadrilla prevista: Cap. Moreno, Ten. Volponi, My. Martínez
Siendo las 14:23 hs., luego de la falla técnica previa al rodaje, del avión del Cap. Moreno, despegamos 2 aviones, el mío My. Martínez y Ten. Volponi, configurados con 2 tanques de 1700 lts., y 2 BR de 250 kgs., con el aeródromo y la ruta cubierta de nubes medias y altas, con la tarea de atacar unidades navales en el Estrecho San Carlos.
Luego del despegue individual, se realizó la reunión a formación cerrada previo el ascenso, hasta cruzar la capas de nubes. Ascendimos a 9000 mts. y faltando 200 kms. para llegar al objetivo, hicimos un descenso táctico muy pronunciado, iniciando vuelo rasante en formación fluida (distancia lateral de 300 mts.), sin hacer contacto con nuestro radar, debido a que a esa altura no podía detectarnos.
Sobrevolada la Isla Gran Malvina y casi con rumbo este, acorde a lo previsto, arribamos al Estrecho sin avistar ningún buque en la zona, por lo que decidí iniciar un viraje amplio por izquierda, así mientras regresábamos realizamos patrullaje a la entrada y salida al norte del Estrecho. Terminado el viraje de casi 270ª, y sin blancos a la vista, quedamos con rumbo sudoeste, hacia el norte de la Gran Malvina.
En ese momento, el Nº2, Volponi, me alerta de la presencia de Harriers. Visualizo 1 Harrier a mi izquierda, muy distante, con rumbo opuesto y bastante más alto.
Sin misiles, decido mantener mi rumbo, en vuelo rasante sobre el mar, manteniendo máxima velocidad, sin postcombustión.
A los pocos segundos, y aún lejos de la isla, observo a la izquierda y unos 200 mts. atrás, una explosión con humo negro, a 10 mts. de altura. Como esa era la posición que podría tener Volponi, asumí sin dudar de que había sido derribado.
Llegado a la Isla, ingreso por el norte, para luego virar hacia el continente. Luego de volar 100 kms. rasante, ascendí a más de 10.000 mts.
Durante el regreso, en el silencio de mi cabina, con gran pesar sentí la pérdida de Volponi.
A más de 250 kms. de Río Grande, entro en contacto con el radar, el cual, pasado unos minutos, me confirma el inicio del descenso, y ya próximo al aterrizaje, con cabina empañada, fui acompañado por el Daga 1, que estaba por aterrizar. Eran las 16:20 y todo había terminado.
Aparecido los restos del avión y de Volponi, sin haberse eyectado, en la Isla de Borbón, al norte de la Isla Gran Malvina, interpreté que la explosión que ví sobre el mar, debió ser un misil lanzado a mi avión, que estaba fuera de distancia y se autodestruyó faltando menos de medio segundo para impactarme. Posiblemente había más de un Harrier siguiéndonos.
1° Teniente Ricardo Volponi recordado en el 2013 por sus camaradas
Comodoro (R) (VGM) Napoleón Martínez
Ricardo Volponi, se destacaba por su permanente entusiasmo, iniciativa y predisposición para colaborar en lo que fuera necesario. Vivaz, inquieto, jovial, lleno de vitalidad, con una gran vocación, frontal y directo, disponía de una fuerza interior que la exteriorizaba con una firme actitud de servicio, donde se apreciaba su compromiso, su gran deseo de participar y ser protagonista, sin condiciones, sólo dispuesto a dar.
Sereno y valiente, contaba con cualidades innatas para el vuelo de combate, evolucionando en el espacio con total soltura, en todo tipo de actitudes y posiciones, con habilidad para adecuar la maniobra justa con creatividad y arrojo, logrando la posición favorable respecto a otros aviones. Además era prolijo y detallista en el pilotaje y en el vuelo por instrumentos, preciso en el vuelo acrobático, en el tiro aire-aire y en el tiro aire-tierra, hábil en vuelo en formación y en nocturno y con gran adaptabilidad para la táctica aire-aire y aire-tierra. Un piloto con garra, muy aguerrido, de sólidas convicciones, muy idealista, de firme escala de valores, y que contaba con destacadas condiciones para este tipo de actividad.
A nivel grupal, el impacto de la pérdida de Ricardo fue muy fuerte, difícil de asumir; la desazón y tristeza se hizo presente entre todos, pero sabíamos que la mejor forma de rendirle nuestro homenaje, era redoblando nuestro esfuerzo en cumplir bien nuestra tarea, como forma de valorización de su entrega, repitiendo a veces en vos alta, delante del resto, lo que él hubiera querido que hiciéramos en su nombre, o sea evitar el decaimiento y mantener la moral bien alta. Es por eso, que a pesar del profundo dolor por la pérdida, rápidamente continuábamos concentrados con la actividad prevista, sin olvidar, sino mirando hacia adelante, cobijados con la energía que nos supo dejar.
Volponi era un verdadero piloto de caza, dotado de cualidades naturales que generaban una especial simbiosis hombre máquina, que luego de cumplir varias misiones de guerra, supo con gran coraje y valentía, ofrendar su vida por una noble causa. A los seis meses de su muerte, su presencia se materializa al nacer Ricardo, su segundo hijo.
Mayor (R) (VGM) Guillermo S. Posadas
Ricardo Volponi, han pasado muchos años y lo recuerdo como si hubiera sido ayer, caminando en el pasillo del Grupo Aéreo 6, allí lo conocí y nos saludamos, una estampa recia y a la vez risueña, con su bigote espeso que le daba ese aspecto de hombre serio cuando en realidad era un joven alegre, inquieto y brillante piloto cazador.
Desde el primer momento me pareció un excelente profesional, un poco rebelde pero con un gran sentido de la camaradería, como dije era muy buen piloto, algo que demostró al poco tiempo de iniciar su adaptación al sistema de armas Mirage.
Comodoro (R) Pablo M. Carballo
Volponi era un producto típico de la ciudad de origen, Tres Arroyos, tierra del Turismo Carretera, en la que se hace honor a los fierros, fiebre que comienza en los automóviles y muchas veces termina en los aviones. Era de un carácter definido, fuerte, no sé porque al recordarlo me viene a la memoria una frase “nos crían como Halcones y quieren que actuemos como gorriones”. Tenía los ojos claros y acerados, que contrastaban con su piel tostada. Era de mediana estatura, delgado, equilibrado, tenaz, transmitía confianza en sí mismo. Cuando defendía algunas ideas con mucha pasión hablaba con los dientes apretados, igual que Luis Castagnari y el Tano Gavazzi.
Como aviador era un excelente piloto de autos de carrera, le gustaba volar al límite, extrayendo lo máximo del motor, sin permitirse errores, pues en ninguna de estas dos máquinas se perdonan los errores, prolijo y practico, eficiente y sin alardes. No le tenía miedo a nada y a nadie, y despegaba a sus misiones con la energía propia de aquel que ama lo que hace.
Trabajo periodístico realizado en el 2013, para el Diario La Voz del Pueblo de nuestra ciudad, de Volponi y la mía, Luis Satini, director de www.3040100.com.ar
Colaboraron: Com. (R) VGM Carlos “Napoleón” Martínez, Bg. (R) VGM Carlos “Talo” Moreno, Com. (R) VGM Pablo M. Carballo, Com. VGM Eduardo Javier Daghero, SP. VGM Pedro Prudencio Miranda y María Inés Rico, Vda. de Volponi