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Fórmula 1: Se cumplen 25 años del accidente que le costó la vida a Senna

Fórmula 1: Se cumplen 25 años del accidente que le costó la vida a Senna

Su casco amarillo con una franja azul y otra verde hizo historia en las pistas y su genio marcó a una generación que aprendió con el campeón brasileño de F1 Ayrton Senna, para muchos el máximo mito deportivo del país, a agitar con orgullo la bandera de Brasil.

Cuando el piloto, con apenas 34 años, se estrelló el 1 de mayo de 1994 contra el muro de la curva de Tamburello, en el circuito italiano de Ímola, no sólo enmudeció a su país natal. El accidente conmocionó a millones de personas que vieron en televisión, en tiempo real, la triste despedida del carismático y controvertido ícono.

El ídolo brasileño, carismático y audaz, se estrelló contra el muro de Tamburello al mando de un Williams. Una pieza del brazo de suspensión se desprendió y le atravesó el casco.

Ayrton Senna fue tres veces campeón mundial de la Fórmula 1, todas con McLaren.

Transcurría la séptima vuelta del Gran Premio de San Marino en Imola y el indócil Williams FW16 número 2 viajó directo hasta estrellarse contra el muro de Tamburello, una curva que se tomaba a más de 300 kilómetros por hora y que había sido escenario de cuatro milagros en los últimos siete años: Nelson Piquet, Gerhard Berger, Michele Alboreto y Riccardo Patrese golpearon contra esa pared a toda velocidad y sobrevivieron para contarlo.

Ayrton Senna no pudo. Hace 25 años, el 1º de mayo de 1994, el mundo de la Fórmula 1 se estremecía con una noticia que iba a cambiar para siempre la historia de la categoría. Un día después de la muerte del austríaco Roland Ratzenberger, el fallecido era el ídolo brasileño, uno de los pilotos más carismáticos y audaces que se hayan subido a un auto de carrera. La presunta rotura de la barra de dirección provocó que el FW16 siguiera de largo sin control y, por el impacto, una pieza del brazo de suspensión se desprendió con tanta potencia que atravesó el casco y le provocó la muerte al tres veces campeón mundial.

La paradoja del destino es que el propio Senna había estado allí cinco años antes junto a Berger para intentar alejar ese muro. «Está muy cerca y acá se va a matar alguien», le había vaticinado el austríaco en el hospital donde se recuperaba del tremendo choque en Tamburello, que dejó a su Ferrari como una bola de fuego y del que se salvó por la rápida intervención de tres bomberos. Pero el río Santerno, que corre justo detrás de la famosa curva, lo impedía. «Nos fuimos y no hicimos nada. No pensamos en una chicana y reducir la velocidad. No reaccionamos de la manera correcta», se lamentó años después Berger, uno de los mejores amigos del brasileño en la parrilla.

 

Pero si un muro acabó con la vida del ídolo, otro muro fue en el que comenzó a gestar su leyenda, diez años antes. Corría 1984 cuando Senna comenzaba a mostrar su talento a bordo de un aparatoso Toleman, auto con el que sorprendió al mundo en el Gran Premio de Montecarlo, en una carrera que se neutralizó por lluvia cuando amenazaba el liderato de Alain Prost.

Un mes después de aquella hazaña se disputó el Gran Premio de Estados Unidos en Dallas, considerado como la peor carrera de la historia. Un circuito improvisado, con un asfalto que se degradaba vuelta tras vuelta, temperaturas superiores a los 40 grados, autos que quedaban abandonados dentro de la pista, sin vías de escapes, y una pésima organización se conjugaron para una prueba que tuvo 18 abandonos y sólo dos autos, el ganador Keke Rosberg y el escolta Rene Arnoux, clasificados en la misma vuelta. ¿Dos perlas? Jacques Laffite llegó al circuito en pijamas en señal de protesta por el horario en que se corrió para mitigar el calor y Nigel Mansell terminó desmayado en la pista mientras empujaba su Lotus, que se había quedado sin combustible.

En ese contexto, Senna no se escapó a la media. Primero hizo un trompo que lo retrasó en el pelotón y, en la vuelta 47, cuando marchaba cuarto, tocó un muro con la goma trasera derecha que lo obligó a abandonar. Cualquiera hubiera atribuido el error al calor y a las pésimas condiciones de la pista, rota, sucia y con nula adherencia para los neumáticos. Sin embargo, Ayrton meneaba la cabeza en los boxes, como no entendiendo lo que había sucedido.
Pat Symonds, director técnico de Toleman y luego ingeniero de confianza de Michael Schumacher y Fernando Alonso en Benetton, no daba crédito de lo que escuchaba. «Senna se pasó un largo rato malhumorado y dándole vueltas al incidente», recordó Symonds para el vigésimo aniversario del accidente de Imola. «Hasta que me dijo ‘no sé cómo le di, cada vuelta iba igual, no cambié la trayectoria. Yo no le dí al muro, el muro se movió’. Y yo le dije ‘sí, seguro’, porque ya sabía de las excusas que los pilotos inventaban para no responsabilizarse por un choque», rememoró el ingeniero.

Sin embargo, el brasileño no quiso quedarse con la razón como los locos y se mantuvo con su convicción. Qué no había cometido ningún error, que fue por la misma trayectoria que antes, que el muro se había movido… Entonces, Symonds intervino. «Tanto insistió, y tanto confiaba yo en él que, aunque creía que me estaba tomando el pelo, fuimos a la zona del accidente. Y, ¿sabes qué? ¡El muro se había movido! Eran bloques móviles, y alguien había chocado contra el extremo opuesto al del incidente de Ayrton. Eso había provocado que el punto que Ayrton tocó se hubiese desplazado unos milímetros, no más de un centímetro. Manejaba con tanta precisión, que esa mínima variación acabó provocando el toque», resaltó el inglés, que a partir de esa situación cambió su mirada hacia Senna.

«Esa anécdota abrió realmente mis ojos, con respecto a Ayrton, Sabía que era especial, pero ahí fue cuando me di cuenta de cuánto. No sólo era su manejo, sino su total convicción, el análisis de una situación y su conclusión al respecto: ‘No puedo estar equivocado, por lo que el muro tiene que haberse movido’. Y tenía razón, el muro se había movido».

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